DECIRLO TODO

crítica de Ensayo sobre la piel 2011-2016 (Ediciones Activo Puente, 2018), de Liliana Lukin

por Ignacio Zenteno

¿Por qué hablar hoy de Ensayo sobre la piel? Editado en 2018 y presentado en 2019, ya no pertenece a eso que la constante masticación mediática postula como “novedad editorial”; tampoco trata los temas que hoy mantienen cautiva a la agenda pública, aunque el hilo de su escritura sean la enfermedad y el encierro. Apelando a un lugar común podría decirse que “un buen libro siempre es actual” o, como sostiene Agamben, que “ser contemporáneo es estar en contra del propio tiempo”, pero eso no sería suficiente para justificar la importancia y la necesidad de este Ensayo… Liliana Lukin escribe sobre el Alzheimer de su hermano y la experiencia de acompañarlo en su pérdida progresiva de la memoria pero trasciende el mero tratamiento “poético” de esa situación tan personal y paradojal: postula una verdadera ética de la entrega y de la presencia, y hace una interpelación directa, política, a las condiciones en las que ciertas enfermedades nos someten a la perversidad del sistema médico.

Titubeamos, no sabemos cómo reaccionar o qué decir, repetimos lugares comunes, porque carecemos de palabras que puedan expresarnos: ante la enfermedad y la muerte se está siempre al borde del lenguaje. Entonces callamos y nos abrazamos y nos acariciamos las manos, como si intuyéramos la frase de Paul Valéry que inaugura el libro de Liliana Lukin: “lo más profundo es la piel”. Escarbar en lo profundo, eso hace este Ensayo…, sumergirse en una poética del dolor. La paradoja está en que la enfermedad del poema no duele sobre la piel sino en la conciencia y la impotencia de ver la degradación de quien casi no sabe ni ve. Y al mismo tiempo es ahí, en la piel, adonde pueden buscarse los restos de la memoria afectiva cuando la comunicación y el lenguaje fallan. Escarbar en la superficie, entonces, aferrarse para sacar a flote, para hacer surgir del dolor y de los versos una poética del contacto.

nada de su cuerpo duele,

pero “ellos” son el magma

atroz que lo persigue,

“no aguanto más”, también

decía, atado a su no poder,

viéndose a veces, en su verse

que le ofrece

la incalculable magnitud

de lo que está por suceder:

“no entendés”, decía,

“cuánto hace

que te estoy diciendo”,

y ese cuánto era

mi condena, mi impotencia,

la medida de su soledad

(Página 69)

Segunda paradoja: Ensayo sobre la piel es un libro de poesía. Un largo poema dividido en dos grandes secciones, porque fue escrito durante la enfermedad y acompaña el devenir del hermano: la detección y el avance de una anomalía, con su oscuridad, con sus efectos que la clínica y la familia intentan controlar, hasta el diagnóstico de Alzheimer y la inevitable internación; luego el encierro, el hundimiento, el abandono y el sometimiento al poder de los otros, la degradación de la vida institucionalizada. Cada mitad lleva por título El amor del miedo. Poemas del hermano y el recuento de los años que duró: 2011-2013 y 2013-2016. Es un libro de fechas. Hace registro. Tiene forma de diario o de crónica, y muchas de sus páginas contienen anotaciones al pie (otra división: arriba y abajo) que anclan los versos a la historia clínica o al relato fraternal. Pero el tiempo de la enfermedad no es el tiempo del poema. La escritura se libera de todo aquello que la rodea (las fechas, las notas), tensiona la cronología y la referencia, sigue su propio ritmo, socaba, insiste sobre lo mismo, por momentos sueña y constantemente recuerda, traza círculos que profundizan su proceso de descubrimiento o autodescubrimiento en el lenguaje. Y en ese irse del verso ante la sucesión de los hechos va surgiendo el centro poético del libro.

Mayo 2013

cada vez que entro

en el sueño él habla

con su lengua trabada

y dice que no, que así

no, que por qué, que

por favor no, no no.

En su insistencia está

mi voz. Transcurro

escenas de su internación,

su pérdida de razón como

cesación de derechos y yo

ante el hecho consumado

pierdo también

pie, pierdo la voz,

pierdo lo que él sería

en ese enorme hiato

entre su cuerpo violentado

y su poder, de ser lo que es,

y ser amado.

 (Página 66)

Se llega al poema después de haber pasado una serie de citas, procedimiento de rigor en la obra de Liliana Lukin: Valéry, Pushkin, la remisión en los títulos a un libro anterior –Ensayo sobre El poder (2015)–, a otras secciones –El amor del lobo. Poemas del cordero–. Su escritura parte siempre de una lectura, a la mitad de una idea, de una frase que toca, desata asociaciones, abre la palabra. Es fuertemente intertextual sin que nada en ella parezca un guiño o una mezcla (al contrario, los versos y las citas construyen un mecanismo de precisión que extrae de la experiencia vital y literaria el material para realizar una nueva incisión tanto en la experiencia como en el lenguaje). Lukin escribe con otros, incluye sin pudor en lo que siente y en lo que piensa, comparte, aunque saque su poesía de lo más privado,en este caso: la familia, la infancia, el hermano y su enfermedad.

¿Qué se ensaya sobre la piel? El poema como una mesa de operaciones donde extirpar hasta la última palabra, o el escenario de un drama donde desnudarse por completo. Una puesta en escena con la institución médica como escenografía o telón de fondo, máquina para producir el artificio o dispositivo para reproducir el sufrimiento y la postergación. Mamá. Papá. Los hermanos. Yo. Él. Nosotros. Ellos. La familia. Los médicos. La medicina prepaga. Los que cuidan, sufren, maltratan, aceptan o hacen lo que pueden. Y en el medio de todos, afuera de todos: el hermano, perdiendo la palabra, la memoria, la capacidad de recibir y dar sentido; la hermana, que enfrenta al contexto hospitalario, expone a las familias como fábricas de locura, denuncia los prejuicios de la psiquiatría y las miserias de la internación, mientras intenta construir un discurso amoroso allí dónde ya casi no hay discurso para compartir.

dijo “amor”, pensando en qué,

habiendo visto qué, él, que le habla

ahora a los pájaros, los llama, haciendo

chasquidos con su lengua.

(Página 94)

Las notas a pie de página se revelan, entonces, no como aclaraciones de lo que supuestamente el poema no podría decir, sino como didascalias para el acto -íntimo pero coral- que monta la escritura. Obligan a releer cada verso, a una lectura todavía más intensa. Fundan el acto poético en el acontecer de la enfermedad. Hacen de la poesía un indicio, un desprendimiento del cuerpo y de la vida de quien escribe. Ensayo sobre la piel, como toda la obra de Liliana Lukin, lleva la marca de un trabajo extremadamente minucioso: hurgar impúdico en las profundidades de la propia sensibilidad que se convierte en ejercicio poético y flexiona el lenguaje hasta dotar de sustancia al verso, hasta darle densidad.

El Alzheimer es una experiencia terrible, menos degradación de la carne que desvanecimiento identitario y vaciamiento del sentido. Casi tan difícil de soportar como de acompañar. Todos los poemas de Ensayo sobre la piel surgen de una misma situación: ver al hermano y saber que, aunque ve, casi no sabe, o que algo de él sabe pero está perdido, en su impotencia, bajo la piel. Alrededor de ese centro (de la escena) se suceden las tentativas de la hermana por dotar de palabra y de recuerdo a quien olvida y pierde el lenguaje. Re-enlazar para él las palabras y las cosas. Quizá en esa intención se explique el ritmo obsesivo del libro: un ir y venir entre los versos y el relato, una acumulación de expresiones que profundizan sobre lo mismo, ligadas unas con otras por signos de puntuación (espacios, comas, dos puntos). Sin haber titubeo hay una búsqueda: hacer de la poesía el lugar para decirlo todo. Por eso Ensayo sobre la piel excede la manifestación del dolor: denuncia y da testimonio, recrea los hechos y de ellos extrae un lenguaje para escribir la experiencia, genera contacto y postula un modo, último, de relación. Quizá el acompañamiento que aquí se ensaya sea la forma más silenciosa del amor.

Liliana Lukin nació en Buenos Aires en 1951. Publicó en poesía:

  • Abracadabra, 1978
  • Malasartes, 1981
  • Descomposición, ,1980-82, 1986
  • Cortar por lo sano, 1987
  • Carne de Tesoro, 1990
  • Cartas, 1992
  • La preguntas, 1998
  • retórica erótica, 2002
  • Construcción comparativa, 2003
  • Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura, 2007
  • Obra reunida. 1978-2008, 2009
  • Libro de buen amor, 2010
  • La Ética demostrada según el orden poético, 2011
  • Ensayo Sobre El Poder, 2015
  • El Libro Del Buen Amor, 2015

En 2013 se reeditó Cortar por lo sano. En ibuk.com.ar, Carne de tesoro y Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura. En 2016 se reeditaron Cartas y Las preguntas. En francés publicó las plaquettes L’Ethique démontrée selon l’ordre poétique y Petit anthologie provisoire, 2013; los libros Calligraphie de la voix, 2013 y L’Ethique démontrée selon l’ordre poétique, 2014, en traducción de Jacques Ancet. En 2016, en alemán, Construcción comparativa y, en inglés, Teatro de Operaciones. Anatomía y Literatura, En 2017, en polaco, Ensayo Sobre El Poder. Recibió entre otros, 1° Premio E.C.A., Secretaría de Cultura de la Nación, 1985; Mención Especial, del Premio Nacional Literatura 87/88, Premio Fundación Antorchas, 1989 y Beca Fondo Nacional de las Artes, 1997. Egresada de Letras de la UBA, docente en Crítica de Artes en la UNA (Universidad Nacional de las Artes), organizó las «Jornadas Cuerpos Argentinos» entre 2007 y 2012. Desde 2005 a 2015 coordinó la Clínica de escritura poética de la Biblioteca Nacional Argentina, donde editó antologías anuales y fundó la colección miliuna, que publicó dieciséis libros. Sus ensayos sobre el tema del erotismo, el cuerpo y su representación, la tortura y la represión, sus curadurías literarias y performances interdisciplinarias pueden encontrarse en http://www.lilianalukin.com.ar

Ensayo sobre la piel 2011-2016 era su último libro hasta la edición reciente de Como se lleva a un niño (Wolkowicz Editores, 2020).

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