Narrativa Argentina 2.000, lecturas azarosas de libros de este siglo

En este libro, nacido como blog de lecturas, Nicolás Scheines invita a seguir su trayecto personal por la narrativa argentina contemporánea.

Alguna vez Roland Barthes preguntó a los lectores de Le Figaro littéraire si les había pasado eso de “leer levantando la cabeza”, de tener continuamente que parar la lectura “a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de asociaciones”. Bueno, eso es la crítica; o por lo menos el origen de la crítica. Detenerse ante la efervescencia del texto, para abrirlo y a la vez dejarse abrir por él. Podría decirse, entonces, que cada lector es un crítico, en ese espacio que se aloja entre el libro y la lámpara, ante su propia biblioteca o en la mesa del café.

La web 2.0, el gran dispositivo tecnológico y cultural del nuevo siglo, demostró que todo lector estaba dispuesto a convertirse en escritor, que tenía mucho para decir, que consumir la opinión ajena le era casi tan imprescindible como ofrecer la suya. Lo que empezó a consolidarse en los alrededores del 2000 terminó generando un hito en la batalla cultural por el uso de la palabra y volvió irreversible la convivencia de dos sistemas mediáticos: los clásicos medios verticales, de masas, y los pujantes medios horizontales, como las redes sociales y las plataformas colectivas. Cada levantamiento de cabeza se puede convertir en una story; cada asociación puede terminar en un meme; y todo recorrido de lectura se puede registrar en un blog. Este fue el origen de Narrativa Argentina 2.000, el blog institucional de un corrector de textos decidido a seguirle la pista (Ricardo Piglia solía entender a la crítica como una variante del género policial) a lo que escribían sus coetáneos y compatriotas.

También entendía Piglia que la crítica es “una de las formas modernas de la auto-biografía” y que “alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas”. Quizá advirtiendo esta relación, el libro de Nicolás Scheines comienza con un extenso prólogo autobiográfico en donde relata el trayecto vital que lo llevó a trabajar con las palabras e interesarse por la literatura argentina contemporánea, la que están haciendo hoy los jóvenes narradores. Sin embargo, las cuarenta y cuatro “micro-críticas” que le siguen (publicadas originalmente en el blog www.ortografíaydemonios.com.ar, y aggiornadas para la ocasión) demuestran que el interés principal del comentarista no es la literatura ni mucho menos la crítica; ésta no es más que un medio, la forma que encontró para hablar de libros; y éstos no son más que el producto de lo que realmente parece interesarle: la escritura y el modo generacional de convertirse en escritor. Es por eso que Narrativa Argentina 2.000 titubea y baraja términos equívocos para definirse: “crítica”, “reseña”, “ensayo”, “análisis” (como si fueran indistintos); es la causa de que sus textos se asemejen menos a críticas literarias que a perfiles de escritores (de los cuales cada obra funciona como ejemplo); y es la explicación de por qué sus páginas contienen pocos momentos de real apasionamiento por los libros que describen, pocos levantamientos de cabeza.

La crítica es fundamentalmente un problema de distancias, de lograr construir herramientas para evitar que las ideas, asociaciones y excitaciones de las que hablaba Roland Barthes sometan el texto a los caprichos del lector (eso que se conoce con el nombre de “impresionismo”). Un libro toca en algún lado y hace contacto, invita a dejarse llevar por la intimidad del acto de lectura; pero la crítica, si aspira a convertirse en un discurso público y tener algún tipo de validez social, no puede asistir ciega o inocentemente a ese juego privado.

Nicolás Scheines tiene el gran mérito de haber trazado un recorrido propio y arbitrario por las jóvenes narrativas locales sin haber caído en el pathos de la pasión. Aunque personal, la suya no es una escritura apasionada. A primera viste puede parecer un lector ensimismado en su proyecto y sólo deseoso de continuarlo. En el artículo dedicado a César Aira, Scheines dice recordar exactamente una frase que lo marcó, con paréntesis y todo: “(ya se sabe que un lector, lo único que quiere es seguir leyendo)”; a las pocas páginas, sin embargo, empieza a crecer la figura del crítico, esa voz que detiene las lecturas y sólo quiere seguir criticando. Es uno de los mayores riesgos de toda crítica, prescindir de la literatura y proponerse como su remplazo: cada artículo reenvía a otro, al siguiente, evaluando los méritos de cada libro y anticipando sus efectos en el lector, en vez de empujarlo a buscar en el cuento o la novela su propio cierre de sentido. Esta tensión se percibe en Narrativa Argentina 2.000, y es otra gran decisión del autor haber acompañado cada artículo con unos párrafos aperitivos de la obra original. Pero lo que termina de salvar esa incómoda situación son las otras voces que aparecen en la escritura de Nicolás Scheines y le dan su tono definitivo: la del periodista cultural, ansioso por compartir una experiencia estética que vale el esfuerzo transitar; y la del sociólogo que busca el mapa de su generación, describiendo las trayectorias, lugares, habitus y capitales de los que participan en el juego de la joven literatura nacional.

Puede que esta combinación de lector, crítico, sociólogo y periodista no ofrezca las lecturas más interesantes ni más profundas sobre la narrativa argentina reciente (y es probable que muy pocos lectores estén en condiciones de discutir o compartir todas las declaraciones que aparecen en el libro); puede que estos artículos no hagan “delirar” al lenguaje o a la literatura (como quería Deleuze), abriendo relaciones insospechadas o generando asociaciones estilísticas de largo alcance; pero hace algo que termina de justificar su lectura atenta y su valor: demuestra que la narrativa actual es un campo efervescente en el cual todavía es posible perderse, y demuestra también que es una equivocación considerarla empobrecida (como hizo Piglia) a causa de la “escritura apresurada y descuidada de la computadora”. Desde la suya, informándose a través de Google y comprando sus propios libros, Nicolás Scheines escribe con la rigurosidad de un investigador, con la distancia cuidada de un crítico y con la fluidez de un periodista experimentado. Y como corrector de textos demostró que, por lo menos, todos “escriben bien”.  

Por Ignacio Zenteno

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